13.9.06

La inquietante extrañeza de Cecilia Echeverría
























La inquietante extrañeza de Cecilia Echeverría
Por Francisco Véjar

La obra inolvidable que nos deja Cecilia Echeverría, (1930 – 2001), en torno al collages, se empieza a gestar a fines de los años cincuenta, cuando asiste a la Universidad de Roma, como estudiante de historia del arte, bajo la dirección de Lionello Venturi, entre los años 1957 – 1958. De vuelta en Chile, en 1959 presentó las exposiciones museográficas sobre el pintor, arquitecto y escultor italiano Giotto Di Bondone (1267 – 1337) Ese mismo año publica “La obra de Giotto”, libro que es bien acogido por los medios de prensa de la época. Su afán por difundir lo aprendido en Italia, tanto por sus estudios como por las visitas a los principales museos europeos, donde pudo ver de cerca las obras clásicas que eran de su interés y parte de las vanguardias de aquella época, la llevaron a ser profesora titular de la Universidad Católica de Chile, en la escuela de arte de dicha institución, desde 1961 a 1965. También cabe destacar la muestra que organizara sobre “El Barroco en Italia”, exponiendo pinturas y esculturas relativas al tema que también tuvo como resultado la publicación, titulada “Formas del Barroco en Italia” (1965).

En los años siguientes publicó diversos artículos de historia y crítica de arte en las revistas “Finis Terrae” de la Universidad Católica y en los “Anales de la Universidad de Chile” y mostró gran interés por los efectos del surrealismo en América Latina.

En la década del setenta, después de estar en Washington junto a su marido, el poeta Armando Uribe Arce, parte a China donde éste último es nombrado embajador, entre 1971-1973. Impedidos de volver a Chile, se trasladan a París y es ahí donde Cecilia Echeverría hace sus primeros Collages. Empezó haciendo libros manuscritos de Armando Uribe de un solo ejemplar y en la portada de cartulina ponía su collage. Ejemplo de esto es su “Autorretrato” (1979) realizado a partir de una fotografía de sí misma.

Pero pasaron más de dos décadas, ya de vuelta en Chile, para que se dedicara por completo a su obra. Fue en los últimos tres años de su vida que hizo collage de gran tamaño hasta completar cincuenta y cinco. Parte de estos trabajos los expuso en la galería “Off the Record” en octubre del 2000.

Su obra provoca en el espectador reacciones de estupor o de familiaridad con los fantasmas del inconsciente. En Cecilia Echeverría “se podría distinguir entre 4, ó 5, ó 6 tipos de collages, totalmente distintos: los alegres y joviales (“Los marineros”, “La Bailarina”); los siniestros y casi perversos (“Ojo”, etc.); los collages en que predomina el trabajo de formas y matices por encima del tema; los literarios, en que los textos tienen el mismo peso que la ilustración; los grotescos, en los cuales lo burlesco se mezcla con lo monstruoso – “Mono de la Melancolía”, “Imbunche”, etc. Evidentemente estos estilos no se hallan tan separados o aislados; muchos collages podrían pertenecer a dos o tres de estas categorías al mismo tiempo (grotescos – perversos; siniestros – literarios; formales burlescos, etc).” (Lectura de solapa de la maqueta del libro de Cecilia Echeverría “La inquietante extrañez”).

Cabe destacar también que parte de estas obras son una síntesis de la primera mitad del siglo veinte, pues utilizó para su trabajo revistas francesas y chilenas de los años treinta y cuarenta; incluso de épocas anteriores, tales como: “Police”, “París Toujours”, “Crapouillot”, “La Nouvelle Revue Francaise”, entre otras. En muchas de ellas hay referencias históricas, por ejemplo en “Los marineros”, leemos: “La Dictadure / Mussolini: La Révolution”. O en otros, incorpora recortes de fotografías de las famosas “Caves” de la época de los existencialistas hasta hacer el puente con el presente, en lo que respecta a lo monstruoso. Ella misma explicó: “Lo monstruoso tiene que ver con la brutalidad, con lo tortuoso vivido durante años. A una la rodean los monstruos”. Cuando le preguntamos por su predilección por los años veinte, nos dijo: “Así como Armando colecciona bastones, yo conservo una serie de sombrillas de mi abuela materna que se llamaba Elisa Irarrázabal Correa: Yo siendo muy joven me hacía vestidos con su propia ropa. Me gustaban también los objetos personales que ella usaba cotidianamente”.

Es el mundo de la heredad que no deja de tener raíces en su obra de indiscutible calidad plástica. “Trabajó hasta el final” - como dice Armando Uribe - quien participó de cerca en su proyecto, pues incorporó textos propios a los collages de Cecilia Echeverría.
La imagen que acompaña este artículo es un collage original de Cecilia Echeverria.

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